Cuando llegó como producto nacional, el venerado Toyota Land Cruiser se hizo aún más visible que antes. Tuvo una astuta publicidad que apeló muy bien a reconocida ganada fama para el trabajo rudo, con una calidad sin discusión. Publicrónica No. 18.
Por Camilo Ernesto Hernández Rincón, historiador automotor.
Especial para EL CARRO COLOMBIANO.
Esta semana conocimos al renovado Toyota Land Cruiser 300, una nueva generación del icónico todoterreno japonés que mantiene sus características de lujo, confort y tecnología frente al modelo previo. Pero de su larga historia hoy nos detendremos en 1985, cuando la marca sorprendió al mundo con el Land Cruiser FJ70, la última generación puramente “campera” de este modelo.
Hasta ese momento, el Land Cruiser permaneció con las mismas líneas desde 1954, con la serie 40. Sus competidores tradicionales se habían actualizado poco tiempo antes, y era la hora de hacer lo propio. Por eso, adoptó su ADN visual a aquellos nuevos tiempos que lo harían ver más robusto, logrando aceptación con beneplácito en todo el mundo.
Colombia lo recibió casi de inmediato, cuando los camperos eran la excepción a las restricciones para importar carros. Poco después, Colmotores ofreció el Trooper de Isuzu y CCA, al Montero Mitsubishi. Pero Sofasa no tenía nexos con fabricantes de camperos. Tras años de negociaciones, la respuesta vino por parte de este Toyota que llegó en el momento ideal: en plena apertura económica.
Para disfrutar ‘en las rocas’
Era abril de 1992. Dos meses después del último Renault 4, la ensambladora colombofrancesa presentaba con orgullo al Toyota Land Cruiser FJ73 colombiano. Tanto en prensa como en televisión apareció un ejemplar cabinado rojo al que los creativos compararon astutamente con un envase de gaseosa de cuatro litros: resistente y para disfrutar “en las rocas”, frío o al clima.
Una curiosidad olvidada es que, años atrás, Coca-Cola había lanzado un envase plástico de tamaño grande cuya capacidad en litros coincide con la unidad de medida para la cilindrada en los motores de vehículos. A finales de los años ochenta, su campaña de lanzamiento hizo creer que se trataba de un nuevo carro… hasta que se finalmente se mostró a la gaseosa en mención.
Retornando a Toyota, su frase bandera lo identificaría durante el lanzamiento: “Pruébelo… nada le pasa”. Pero suprimiendo la primera palabra en modo imperativo, las tres siguientes llevadas al plural se convirtirían en su eslogan permanente a lo largo de su vida productiva en Colombia.
Con un año ya en el mercado y debidamente acompañado de su hermana, la pick-up Hilux, el Land Cruiser se reforzó con una interesante publicidad comparativa.
Un anuncio a doble página mostró a la izquierda los elementos de alpinismo que, según la intención del mensaje, son propios del montañista aficionado. A la derecha, el vehículo se exhibe como equipo para montañista profesional. La estética del momento, con fondos en blanco y tipografías esbeltas, estaba a la orden del día para un producto más bien de ambiente agreste.
Más adelante, ya con motor 4.5 litros y denominado FZJ73, apareció la fotografía dominando el anuncio. Esta vez, con mensajes más cercanos al propósito del producto y del comprador, reforzados por paisajes acordes.
Para ese momento, se buscaba estimular agricultores, ganadores, o al simple conductor a campo traviesa, con encabezados como “No se necesita un milagro para que suba el café”, “210 caballos arreando el ganado” o “el Tapón del Darién ya es transitable”. Similar táctica había utilizado el más compacto Chevrolet Samurai (Suzuki SJ413 nacional) en el pasado inmediato.
Debido a las dinámicas globales de la industria automotriz, la era colombiana de Toyota no fue tan extensa como se esperaba, pero dejó huella en la continuidad de un vehículo genuinamente querido y aún plenamente buscado por el colombiano que trabaja desde el campo.
Tanto su actual oferta en el país como sus antecedentes publicitarios, con lemas como el aquí citado y el infaltable “Toyota es Toyota”, son dignos de textos posteriores.
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CRÉDITOS:
- Textos e investigación: Camilo Ernesto Hernández Rincón, historiador automotor.
- Foto portada: Revista Motor / José Clopatofsky.
- Imágenes: Archivo Omar Johannes Pulido, Archivo EL CARRO COLOMBIANO.
- Restauración de imagen, edición y Dirección General: Óscar Julián Restrepo Mantilla.
Prohibida la reproducción o publicación del material aquí expuesto sin citar como fuente a la Revista Virtual EL CARRO COLOMBIANO.
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