La imagen colombiana del Jeep está ligada por siempre a la marca Willys al transporte rural del paisaje cafetero, que adoptó al CJ-3B de los años cincuenta. Su publicidad demuestra por qué Colombia fue su gran mercado mundial.
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Por Camilo Ernesto Hernández Rincón, historiador automotor.
Especial para EL CARRO COLOMBIANO.
Ochenta años vistos a través de una parrilla de siete barrotes verticales, dos luces redondas a los lados y promimentes guardabarros, que a hoy son su imagen corporativa con nombres como Rubicon, Laredo, Cherokee o Wrangler. Hablamos de Jeep, que pasó de la Segunda Guerra Mundial al mundo civil del trabajo, la aventura y el placer.
Es el fundador indiscutible del vehículo todoterreno que influyó en la gran historia universal del automóvil, nacido en los Estados Unidos desde la olvidada Bantam y adoptado por la firma Willys Overland, pasando luego por varias manos empresariales hasta ser parte de la actual Stellantis. En ese proceso, el nombre “Jeep” se convirtió en marca registrada.
En la Colombia del Renault 4, solo el Jeep indisolublemente unido al nombre Willys comparte por empate el lugar de honor del “amigo fiel”, por méritos especiales. No fue el primer carro popular nacional, pero si el primero correctamente adaptado a las necesidades de un país agropecuario, rural y con difícil geografía, amén de una red vial aún primitiva.
Primeros tiempos
Firmas como Laspina e Interamericana comenzaron a traerlo hacia 1946, tratando de convencer a sus primeros clientes que un vehículo militar si era posible en un medio civil de fincas y montañas. Tomó su tiempo, pero los frutos los disfrutaría la compañía Leonidas Lara e Hijos, que terminaría armándolo años después fundando la industria colombiana del ensamblaje automotriz.
Pese a la convulsión de los tiempos con Violencia Política y un golpe militar de estado, Colombia finalmente se convirtió en el mayor comprador internacional del entonces denominado Willys Jeep CJ-3B.
Ello no solo quedó demostrado en los archivos de la Willys Overland, sino en la sorprendente cantidad de sobrevivientes que hoy reposan en su mayoría en el viejo Caldas, donde reemplazaron con éxito a las mulas e inauguraron el servicio de transporte colectivo rural, distintivo del Paisaje Cultural Cafetero.
El Jeep definitivo
Aunque desde antes tenía éxito, el Willys Jeep CJ-3B de 1953 fue el de mejor acogida. Estrenado en 1953, se caracterizaba por un capó más alto que albergaba el motor “Hurricane” con culata en “F”, de 72 hp de potencia y nuevos chasis y caja de cambios.
Para los cafeteros, en primer lugar, constituyó una ventaja adicional por su mayor potencia. Una carrocería más apreciada mundialmente, respecto a los primeros y a los CJ5 de capó redondeado que aparecieron en 1955, y que más adelante adoptarían Mitsubishi en Japón, Tuzla en Turquía o Ebro-Motor Ibérica en España. El ambiente cafetero colombiano ayudó al fenómeno.
Sus anuncios ya formaban parte de la prensa nacional, y de revistas como Semana en su primera época, desde los años cuarenta. Si se era lector de Selecciones o Life en Español, había otro frente de ataque publicitario para el mercado latinoamericano. Pero la llegada del CJ-3B marcó un antes y un después.
Leonidas Lara e Hijos pautaba constantemente con su portafolio completo, pero su producto estrella se presentaba con el orgullo textual de la “mayor potencia” a finales de 1953. Hay un largo intermedio publicitario de casi un año en que se concentró más en otros modelos como Willys Jeep Station Wagon o Pick-Up, y hasta con el último auto de pasajeros de la marca, el Aero Willys.
No obstante, el CJ-3B reaparece varias veces en anuncios a seis columnas, muy limpios, donde priman las marcas Jeep y Willys, junto al mismo dibujo del vehículo en semiperfil descubierto a tinta con tramados.
Es posible deducir que ya era un producto exitoso en el mercado, que no necesitaba de más argumentos para sostenerse y que trascendería de la novedad en el momento al culto nacional.
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Textos e investigación: Camilo Ernesto Hernández Rincón.
Edición de texto y fotografía, y Dirección General: Óscar Julián Restrepo Mantilla.
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