Promocionado mediante una curiosa analogía con una pera, el Renault 14 fue el primer compacto en la gama de la marca. Hoy, pocos lo recuerdan.
Para mediados de la década de los años setenta, la gama de vehículos Renault saltaba abruptamente del pequeño R5 al mediano R12. Había una brecha por cubrir con un modelo de tamaño compacto, ubicándose en medio de ellos. Era una categoría naciente, cuyos referentes eran los Volkswagen Golf y Opel Kadett. Su representante actual, es el Renault Mégane.
En realidad, el mercado automotor no era tan grande como para que todas las marcas estuvieran allí presentes con éxito. Pero claro, había que dar el paso y arriesgarse para probar suerte. Así lo entendieron en la «Regie» y emprendieron el desarrollo de un auto de ese tipo, en cooperación con Peugeot.
El resultado nació en mayo de 1976: Renault 14. Dispuesto solo con carrocería hatchback de cinco puertas, inauguraba un nuevo estilo de diseño con líneas muy suaves y fluidas, inéditas en ese momento. Era más grande que un R6 y más pequeño que un R12 (4,02 metros de largo), con mayor espacio interior. La apuesta fue grande, pero algo pasó… y no funcionó.
Renault 14: con alma de león
La principal característica del Renault 14 fue su diseño redondeado, profuso en curvas y modernidad. Uno de los primeros realizados en computador, y particularmente, el primero de la marca que contó con ese novedoso apoyo tecnológico.
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El nuevo estilo le permitía distanciarse en gran medida de sus hermanos de marca y de sus competidores. Era un gran golpe de imagen, en la práctica favoreciendo el espacio y la resistencia aerodinámica. Pero fue tan adelantado a su tiempo, que el público no lo entendió, percibiéndose como un auto débil, banal y frívolo.
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Esa percepción se agravó con el motor utilizado para el lanzamiento, considerado muy pequeño para ese tipo de vehículo y además, desarrollado con Peugeot. Dado que gran parte de la mecánica del vehículo provenía del fabricante del león, no fue bien recibido por la red comercial del rombo.
Dicho propulsor, proveniente de «Française de Mécanique» (empresa conjunta entre Renault y Peugeot) y ubicado en posición transversal, era de 1.218 c.c. y 57 hp de potencia, asociado a una caja manual de 4 velocidades. En promedio, sus competidores ofrecían hasta 70 hp de potencia. Solo hasta 1979 se incluyó un motor de 1.360 c.c. que ya llegaba a 70 hp, aplicado a la versión TS.
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Por otro lado, si bien el espacio interior y practicidad fueron argumentos de venta muy sólidos, así como su confort de marcha y conducción, el equipamiento era muy elemental, con pocas versiones y opciones. Y algo más: los primeros clientes acusaron fallos graves de corrosión en la carrocería. Por esa razón, hoy existen muy pocos sobrevivientes.
Una «pera» sobre ruedas
Aunque el lanzamiento comercial del Renault 14 tuvo una campaña promedio, donde se mostraba el carro en escenarios de paseo familiar bajo el eslogan «el 7CV de la felicidad», la publicidad forma parte fundamental de su historia.
Un año después de su estreno, en 1977, las ventas no despegaban. Había preocupación en Renault y por eso, junto a la agencia Publicis decidieron crear una campaña publicitaria que sería memorable (por sus resultados controversiales), y bautizaría en forma definitiva al vehículo.
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Ni más ni menos, los creativos asociaron el diseño del Renault 14 con una pera, partiendo de las curvas de su diseño y la distribución de sus espacios. Según la cuña, su diseño ofrecía «mínimo espacio para el motor, máximo espacio para el confort».
La comunicación enfatizaba en lo moderno y práctico de su diseño, al ser un carro diseñado «de adentro hacia afuera». Pero, aunque no afectó las ventas ni para bien ni para mal, generó que el público identificara al vehículo desde entonces y aún hoy como «la pera», término utilizado en un tono abiertamente burlón.
Evolución
Durante su vida comercial, el Renault 14 obtuvo solo una actualización profunda. Llegó en 1980, cuando se reubicaron las luces direccionales, se retocó la parrilla frontal y los guardabarros delanteros adoptaron un nuevo diseño. También hubo una versión de estilo deportivo, la citada R14 TS con motor de 70 hp.
Algo en lo que destacó, fueron sus ediciones especiales. Entre ellas estuvieron «Especial», con rines de aleación específicos y franjas negras laterales, destinada a Suiza; «Regency» para el mercado británico, con color rojo Burdeos 721 y equipo de lujo como techo solar y volante en cuero; «Safrane» con color naranja metalizado y calcomanías decorativas; y «Gold», con spoiler delantero y toques de pintura dorada.
Convivió dos años con el Renault 9, pero finalmente en 1983 llegó su relevo definitivo: el Renault 11. Con un diseño mucho más convencional y alineado con los preceptos tradicionales de la marca, este último si conoció un enorme éxito mundial.
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La línea continuó en 1988 hacia el Renault 19 y en 1995, daría paso a la familia Mégane que ya lleva cinco generaciones. Por supuesto, incluyendo al nuevo Mégane E-Tech eléctrico que llega a Colombia en 2023.
No alcanzó la meta
Inicialmente, Renault proyectaba fabricar 2,5 millones de unidades del R14 durante toda su vida productiva. Pero las adversas circunstancias que lo rodearon, no le permitieron alcanzar esa meta.
Entre mayo de 1976 y diciembre de 1982 se produjeron 993.193 unidades de este auto, en las fábricas de Douai (Francia), Valladolid (España) y Haren-Vilvoorde (Bélgica). Por cierto, nunca llegó a venderse fuera de Europa.
Varios detalles del diseño del Renault 14 pasaron al posterior R18, harto conocido en Colombia y América Latina. Pero en realidad, el heredero del estilo de aquella «pera» rodante fue un león: el Peugeot 306 de los años noventa, estrenado 10 años después de que el «catorce» diera un paso al costado.
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Óscar Julián Restrepo Mantilla.