El Jeep Commando fue el más lúdico y juvenil de los Jeep. Hecho para hombres y mujeres, recurrió a la competición, transportó celebridades… y además, servía para trabajar.

PUBLICRÓNICA No. 91.
Por Camilo Ernesto Hernández Rincón, historiador automotor.
Especial para EL CARRO COLOMBIANO.

Nuestro protagonista tiene sus orígenes en una idea de 1948, que no tuvo éxito. Ese año, Willys lanzó el Jeepster como primera extrapolación deportiva y recreativa del Jeep, adivinando la evolución que luego tendría el mercado con los SUV. En 1966 y ya bajo el grupo Kaiser, la marca recuperó el concepto y lo puso al día con el nombre de Jeepster Commando. Aquí, más conocido como Jeep Commando.

De líneas más refinadas, y con tres opciones de carrocería, se propuso como un campero menos rudo y más lúdico para transporte personal. Colombia lo recibió desde dos orígenes, y de ambos, lo ensamblaría también en la planta de Leonidas Lara e Hijos: norteamericano y español, pues la empresa VIASA de Zaragoza también lo fabricó con el viejo motor «Hurricane». De Estados Unidos, en cambio, llegó con un propulsor V6.

A finales de los años sesenta, el Jeep Commando fue más novedoso por sus formas y acabados más cercanos a los de un automóvil de pasajeros, sin dejar sus bondades de todoterreno tan necesarias para Colombia. Sin embargo, pudo tener un éxito mayor, o similar al de la mayoría de los camperos que llegaron para quedarse.
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Para entonces, este rival de los Ford Bronco y Toyota Land Cruiser contó con la ayuda de la publicidad, en momentos y circunstancias muy especiales. Así, desde la presente Publicrónica podemos decir que este vehículo se anunció desde el sentido de la oportunidad.

Jeep Commando Colombia

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Jeep Commando: precursor de los SUV recreativos

Desatendiendo la lógica cronológica del modelo y de su publicidad específica, podemos iniciar por sus más convencionales anuncios. Para 1971 ya era un producto posicionado y reconocible, por lo que su sostenimiento era una labor sencilla. Se recurrió entonces a una afirmación simple: «El vehículo ideal para Colombia».
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Otros argumentos completaban el mensaje, como su mecánica de seis cilindros en «V» y 160 hp, las más de ocho mil unidades que ya rodaban en el país y las razones comunes a todos los demás camperos, incluyendo a su tradicional hermano, el CJ-5: utilidad en el campo y el trabajo en general.
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Una misma foto en contrapicado era suficiente, además del logo de Jeep, que entonces era un círculo dividido en cuatro secciones similar al de BMW. Además, estaba el respaldo de Leonidas Lara e Hijos. Incluso, se anunció en revistas para toda América Latina como Life en EspañolSelecciones del Reader’s Digest.

Jeep Commando Colombia

En tiempos de los Circuitos Centrales Colombianos, que ponían a competir hasta a los camperos, su desempeño deportivo con óptimos resultados también fue fundamental para atraer y justificar ventas.
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Jeep Commando no fue el único todoterreno utilizado para carreras, pues competidores como Land Rover también lo hacían para promoverse. Pero es curioso este uso, ajeno a su vocación laboral y de cierto modo, más global en modalidades como el Camper Cross, el saltamontismo o rallyes como París-DakarCamel Trophy. Un modus operandi propio de los albores del automovilismo colombiano, que el Commando supo aprovechar.

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Para hombres y mujeres por igual

Otro campo específico lo cubrió la apelación a la masculinidad o feminidad de sus potenciales compradores. Bien sabido es que la hombría y el automóvil han ido siempre de la mano, más aún si es un vehículo de trabajo y mejor, si es de doble tracción.
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De tamaño y tipografía discretas, pero contundentes en su mensaje, anuncios de 1971 llevan la frase «Sea usted el hombre del Comando» apelando a la masculinidad del comprador. Un poco al estilo que Marlboro imponía al vendir cigarrillos con sus vaqueros.

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Una oportunidad propicia para demostrarlo se dio en agosto de 1971, en las páginas de cine de El Tiempo El Espectador: se anunciaba la película «Primavera en Otoño» protagonizada por Anthony Quinn e Ingrid Bergman. Llamaba la atención que, en un anuncio de cartelera fílmica, apareciera el vehículo al pie del protagonista con el encabezado «Anthony Quinn es el hombre del Comando».
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Evidentemente, salen también las salas de estreno en Bogotá, pero se describe la naturaleza agreste del personaje que siempre cuenta con su Jeep Commando… «Producido por Leonidas Lara e Hijos». Por cierto, una licencia publicitaria por mención de origen industrial, bien curiosa.

Jeep Commando Colombia
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Aún así, la masculinidad no era el único grupo objetivo del Jeep Commando. Colombia sentó un precedente desde la revista Buenhogar, en 1971. Entre sus lectoras, esta publicación femenina sorteaba un vehículo de este tipo bajo la modalidad de cupón recortable, y lo presentaba sin su carpa con tres bellas modelos denominadas «Las Chicas del Comando».
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Desde Estados Unidos en los años ochenta, la misma Jeep había descubierto el potencial del mercado femenino para promoverse. Eso ayudó a que las mujeres prefirieran al Wrangler y, en términos generales, el naciente mercado del 4×4 recreativo también generó identidad femenina.

Jeep Commando Colombia

El primer carro papal colombiano

Dos visitas claves para Colombia fueron oportunidad extraordinaria para promover al Jeep Commando. La primera fue en agosto de 1968, con la visita del Papa Pablo VI al Congreso Eucarístico de Bogotá, primera visita papal a nuestro país.
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El Sumo Pontífice de la iglesia católica tuvo a su disposición un Lincoln Continental importado por su viaje, y un Chrysler Imperal traído expresamente por Colmotores. Pero sus apariciones públicas tuvieron lugar desde un Jeep Commando blanco de interiores azules, debidamente acondicionado por Leonidas Lara e Hijos.

Este vehículo portaba una placa azul que rezaba «Hecho en Colombia, Jeep». Tal vez ese fue el mejor anuncio publicitario de que gozó el Jeep Commando, resaltando su manufactura como producto colombiano y apelando a otro argumento expuesto en la publicidad impresa: el de «hacer patria» desde la compra de un producto, fruto de intercambios comerciales y de expansión industrial nacional.

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De igual forma ocurrió en octubre de 1969, con la llegada de la tripulación del Apolo XI que, meses atrás, había llegado a la luna. Armstrong, Aldrin y Collins, junto con su comitiva, fueron recibidos a bordo de una flota de Jeep Commando de los que, claramente, uno fue el más visible por llevarlos a los tres de pie y a la vista del público.
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No solo quedaron registros de prensa y películas del momento, sino también anuncios a media página superior, que daban cuenta del hecho y de continuar con su principal razón de ser: «El vehículo ideal para Colombia».

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Herencia

Cuando Leonidas Lara cambió de nombre a Compañía Colombiana Automotriz (C.C.A.) y Fiat tomaba su control, en 1973, el Jeep Commando estaba en retirada. Los últimos se comercializaron en 1974, ya con el frente cambiado que no llevaba las clásicas siete barras verticales que identificaban a Jeep, sino uno que recordaba más a la Wagoneer.

En Estados Unidos también se despidió, después de la compra de Jeep por parte de American Motors, en 1970. Tomó su lugar el Jeep Cherokee, modelo que atravesó por varias generaciones (con los Liberty de por medio) hasta el final definitivo de su producción, hace tan solo unas semanas.

Realmente, el Jeep Commando no tuvo el prestigio ni la robustez del CJ original, y paulatinamente, quedó relegado. Sin embargo, en el presente han sobrevivido varios y algunos de ellos, ya tienen reconocimiento por su conservación como antiguos. De cierto modo, los logros expuestos desde la publicidad se opacaron, pero el tiempo le dio la razón.
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En conclusión, el Jeep Commando fue precursor de una tendencia que hoy, es una norma.

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CRÉDITOS:

  • Textos e investigación: Camilo Ernesto Hernández Rincón.
  • Edición de texto, reconstrucción digital de imágenes y Dirección General: Óscar Julián Restrepo Mantilla.