Antes de su ensamble nacional, Mazda ya había llegado a Colombia. Origen, tecnología y lujo a precio razonable, fueron sus primeros argumentos.
PUBLICRÓNICA No. 70.
Por Camilo Ernesto Hernández Rincón, historiador automotor.
Especial para EL CARRO COLOMBIANO.
Hoy en día, Mazda forma parte del paisaje automotor colombiano, pero no siempre fue así. Para muchos, la historia de esta firma japonesa (que lleva el segundo nombre del dios asiático Ahura-Mazda) inicia en 1983 cuando la Compañía Colombiana Automotriz asumió su producción en el país. Así, el antecedente más lejano en la memoria colectiva son los 323, 626 y la pick-up B1600 nacionales.
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Otros, en cambio, tienen ese nombre en la memoria desde antes. De hecho, en un ambiente comercial tan cerrado como el colombiano hasta hace 30 años, quienes leían revistas internacionales como «Selecciones del Reader´s Digest», «Visión», «Life» o «Mecánica Popular», tal vez recuerdan la publicidad de Mazda desde los años sesenta, cuando buscaban representantes en el continente.

Publicidad de Mazda en revistas internacionales como «Visión», dirigidas a toda América Latina. 1962.
Luego de importaciones muy esporádicas, finalmente, la «Apertura Turbay» le abrió las puertas a través del importador «Auto Japonés» con sede en Cali. Ese momento tan breve fue el antecedente en el que Colombia supo masivamente de esta marca, a través de eventos como la Feria Internacional de Bogotá de 1980 y la apertura de concesionarios en todo el país.
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Guardadas proporciones, la oferta de ese momento fue notoria pero tiene muy pocos sobrevivientes. Además del 626 de tercera generación, incluía rarezas como los 929 de 1982 (coupé y sedán) o el deportivo RX-7 con motor Wankel. Es tan escasa, que los aficionados de la marca pueden detectarlos y notar que son casi tan importantes como los Dauphine, 4CV o R10 en el caso Renault.
Los primeros Mazda en Colombia
Precisamente, el debut de Mazda en Colombia como marca importada y desconocida para el grueso del público, hasta la decisión de su ensamblaje nacional, es el tema de esta Publicrónica. En realidad, eran anuncios convencionales de lanzamiento en prensa con exhibición en semiperfil del modelo, que por lo general, mostraban al 626 de tercera generación.
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El texto invita a que el lector lo pruebe con un simple vistazo, o que suba a él y descubra lo que los japoneses habían sido capaces de crear: lujo y calidad a precios asequibles.
Ya se da por hecho que el fenómeno del automóvil nipón no solo no dejaba dudas, sino que era la gran tendencia global que sorprendió a los exigentes mercados europeos y de Estados Unidos. Por eso, Colombia recibió a Mazda y a sus competidores con entusiasmo.
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Lógicamente, dicho lujo a menor precio venía castigado por los aranceles del momento, por lo que elegir a Mazda equivalía a arriesgar presupuestos de alto poder adquisitivo, como pasaba con todo su colegaje japonés que hacía rato había conquistado al mundo. Además, sin llegar a los extremos del lujo, la pick-up B1600 también se benefició de esa buena reputación.
«Cosa seria»
Era cuestión de tiempo para que los productos Mazda llegaran a la televisión con anuncios sobrios, pero demostrativos de la clase tecnológica que ostentaba, incluso con sorpresas del momento como el techo corredizo eléctrico y ambientación con música minimalista que denotaba futuro. Para aquellos comerciales ya había un eslogan contundente y sencillo: «Mazda, Cosa Seria».
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Aquella publicidad de Mazda no destaca precisamente por ser creativa, revolucionaria o disruptiva. Simplemente cumplió la labor de presentar una inédita gama de vehículos a un mercado que, de todos modos, asimilaba una avalancha de opciones nuevas que no había visto en años.
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Para el caso especial del momento, eso coincidía con la nueva circunstancia global del automóvil japonés de pasajeros, más allá del campero, la motocicleta o los electrodomésticos. (LEA TAMBIÉN: Mazda cumple 100 años de historia en el mundo, 40 de ellos en Colombia)
Este registro tiene que ver más con el testimonio publicitario de que existió un «antes» inmediato al ensamblaje, que en realidad, consagró a Mazda como una marca genuinamente acogida por los colombianos. Esa revolución se dio en los años ochenta, incluso con campañas que, de verdad, fueron disruptivas. Incluso, le dieron a la firma de Hiroshima un prestigio que sigue vigente.
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Así se ha mantenido aún después de abandonar la producción nacional en 2014, y volver a su rango de importación. Claro, para ese entonces ya en un marco de reconocimiento y excelente reputación.
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CRÉDITOS:
- Textos e investigación: Camilo Ernesto Hernández Rincón.
- Fuentes: Archivo digital de El Tiempo, Archivo EL CARRO COLOMBIANO.
- Edición de texto, reconstrucción digital de imágenes y Dirección General: Óscar Julián Restrepo Mantilla.