La tradición y presencia de Ford en Colombia siempre fueron muy fuertes. Su campaña de regreso, en 1993, hasta parecía innecesaria. Siempre la sentimos con nosotros.
PUBLICRÓNICA No. 90.
Por Camilo Ernesto Hernández Rincón, historiador automotor.
Especial para EL CARRO COLOMBIANO.
La apertura económica de los años noventa constituyó el retorno de grandes nombres universales del automóvil a Colombia. Para el seguidor de dicho entorno era como estar de fiesta con todos los invitados, una especie de duelo de titanes. En el caso de Ford, casi se podía afirmar que no se habría necesitado una campaña como la que a continuación se expone, porque su «ausencia» nunca se percibió como tal.
Y no solo por fundar el concepto del carro popular. La historia misma del país siempre estuvo ligada al óvalo azul. Aunque desde los años ’60 su presencia se esfumaba por las restricciones comerciales y la imposibilidad de ensamblar en el país, gran parte del parque automotor de años previos, especialmente en el transporte de carga, siempre fue tan abundante como para seguir vigente en las vías.
Los breves cupos de los que gozaron entes oficiales como la Policía Nacional, las fugaces apariciones de vehículos con placas venezolanas, y hasta el cine y la televisión de Hollywood, fueron suficientes para refrescar el recuerdo de una marca que, realmente, nunca se había ido de Colombia.
Ford, por los buenos tiempos en Colombia
Fue en abril de 1993, cuando Ford hizo oficial su regreso al mercado nacional. El primer frente de batalla, similar al actual, fueron precisamente camiones y camionetas. Venezuela enviaba al país los modelos estrella: la pick-up F-150, el todoterreno Bronco y los camiones F-350 y F-7000, que en ese momento volvían por los fueros de la marca.
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Poco después, vinieron los vehículos de transporte personal. El primero de ellos fue Ford Festiva, fruto de sus alianzas con Mazda y la surcoreana Kia, que poco después trajo el mismo modelo como Pride. Al menos dos años cubrieron la llegada de otras referencias más especializadas, como los buses Ford venezolanos con carrocerías de manufactura local, o el Ford Taurus de igual origen.
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Un comercial de televisión y un anuncio de tres páginas completas, anunciaban a Colombia el regreso de Ford. La revista Motor reportó días antes el retorno con artículos que recordaban su papel en Colombia, una visita al taller de Germán Ortega, restaurador especializado en el Modelo A; y claro está, el recuento de sus modelos de relanzamiento.
Un mes más tarde, una página impar con un faro de F-150 inclinado en sepia, enmarcó un texto central en negro que rezaba «Por fin llegaron los buenos tiempos». Pasando la página, encontramos dos hojas con igual fondo, justo en toda la mitad de la publicación, que lo decía todo. Al centro, el gran óvalo azul anunciaba «Ford está en Colombia». Como pie, una franja azul mostraba la naciente red de concesionarios, que crecería con el paso de los días.
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Más que espectacular o imponente, el anuncio era contundente. No era publicidad, era una noticia y no había que decir más. El comercial de televisión no era tan protagónico, pero reforzaba el mensaje con las mismas frases, y primeros planos de F-150 y Bronco. Se hablaba de un retorno, en un ambiente en el que muchos no tenían claro que Ford se hubiera ido alguna vez.
Un Salón del Automóvil histórico
Aquel fue el año del primer Salón del Automóvil, organizado por Corferias y a la postre, convertido en una institución nacional del entorno. Todas las marcas se tenían que lucir, y lo lograron. El éxito del evento aún permanece, pese a sus consabidos recesos.
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En el caso de Ford, una instalación de entrada con dos Festiva expuestos verticalmente confirmaba su oferta para un 1994 que pintaba muy optimista, en todos los sentidos. Allí se contó con una exhibición que algunos visitantes no olvidan, en tiempos de la naciente computación popular y los medios audiovisuales análogos.
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Tres pantallas gigantes, una central para proyección de video y dos laterales para diapositivas, exponían cada 15 minutos una presentación en un auditorio. Tras los asientos, proyectores coordinados con el sistema de sonido, se turnaban para recrear efectos de movimiento sobre imágenes fijas, mecanismo muy en boga para presentaciones y producción de comerciales.
La espectacular presentación recordaba al público los noventa años de la Ford Motor Company, con un recorrido histórico de los albores de la humanidad, hasta conectar con el invento del automóvil; y de ahí, al nombre de Henry Ford, su hijo Edsel y su nieto Henry II. La voz enfática decía «Tres hombres diferentes y una sola marca de progreso: Ford».
Un bocinazo, un motor arrancando y una lista de modelos Ford, desde el primer cuadriciclo de 1886 hasta el último de entonces, daban un vistazo breve a lo que significaba la marca. Se proyectó también el comercial de lanzamiento de la siguiente generación del Mustang para 1994. Finalizó la presentación con el compromiso ambiental de Ford para el futuro.
Festiva y Taurus, polos opuestos
En efecto, las siguientes apariciones de Ford tuvieron que ver más con la descripción de sus modelos. Con la llegada del Taurus en 1994 se puso la cereza en el pastel, y grandes anuncios a doble página lo mostraban en toda su magnificencia.
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Su éxito desde Estados Unidos marcaba encabezados como «un carro tan rápido que se vende uno cada cinco minutos». Otro comercial que daba cuenta de los muchos logros de la empresa en todo el mundo, iniciaba con la frase de «Comienza el día en Detroit..» para mostrar lo que lograban ingenieros, corredores y demás responsables en diferentes lugares del planeta, finalizando con la frase «…y en Colombia, el Taurus gana admiradores».
A pesar de esa espectacularidad, Colombia había cambiado tanto como para no seguir el camino de los gigantescos carros «yanquis». Así lo comprobó el mismo trayecto de fracaso que tuvieron GM Colmotores con los Pontiac y Cadillac, e incluso Chrysler con su Neón, supuestamente nacido para ser «universal».
Así las cosas, Ford Festiva fue el producto correcto para el mercado nacional. Luego, con la aparición del Fiesta en 1995, la marca retomó correctamente su senda de éxito junto a su irrenunciable vocación por los grandes vehículos de trabajo. Incluso, más adelante, tuvo una oportunidad como marca nacional bajo maquila con los Laser y Ranger armados por C.C.A., con componentes comunes a Mazda.
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Así fue el retorno de quien, en realidad, siempre estuvo entre nosotros.
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CRÉDITOS:
- Textos e investigación: Camilo Ernesto Hernández Rincón.
- Edición de texto, reconstrucción digital de imágenes y Dirección General: Óscar Julián Restrepo Mantilla.
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