La imposición de un arancel del 25% a productos provenientes de México y Canadá desestabilizaría la industria automotriz estadounidense, afectando a gigantes como Ford, GM y Stellantis.
La industria automotriz de Estados Unidos enfrenta una crisis sin precedentes tras la decisión del presidente Donald Trump de imponer un arancel del 25% a todas las importaciones de México y Canadá. Esta medida, que entraría en vigor este febrero, busca frenar la inmigración ilegal y el flujo de drogas, pero sus repercusiones económicas podrían ser devastadoras.
Analistas estiman que este arancel podría generar recursos adicionales de USD40.000 millones al año para la industria. Sin embargo, la complejidad de las cadenas de suministro, con más de 50 años de integración entre las tres naciones, implica que muchos vehículos dependen de piezas fabricadas en México y Canadá.
«El sector se enfrenta a posibles parones en Norteamérica, no solo en Canadá y México, sino también en Estados Unidos», advirtió Brian Kingston, presidente de la Asociación Canadiense de Fabricantes de Vehículos (CVMA).
Gigantes automotrices afectados
Gigantes automotrices como Ford, General Motors (GM) y Stellantis (Jeep y RAM) serían las más afectadas. GM produce aproximadamente 845.000 vehículos en México, la mayoría destinados a EE. UU. y Canadá. Mientras que Ford fabrica más de 350.000 unidades en México. Además, marcas como Nissan, que produce 326.000 autos en México, también enfrentarían incrementos significativos en sus costos.
El impacto no se limita a los fabricantes de vehículos. Proveedores de componentes esenciales, como llantas, lubricantes y otras piezas, con operaciones en México y Canadá, también sufrirán las consecuencias. «MichAuto y sus integrantes están preocupados por el daño colateral que sufrirá el sector manufacturero, el impacto que tendrá en los empleos de los habitantes de Michigan y el hecho de que los consumidores sentirán el aumento del costo», señaló Glenn Stevens, director ejecutivo de MichAuto.
La medida podría resultar en la eliminación de ciertos modelos del mercado estadounidense debido a la imposibilidad de reemplazar piezas específicas. Además, se anticipa un aumento de «miles de dólares» en los precios de los automóviles para los consumidores estadounidenses, según Kingston.
Aunque algunos mercados emergentes, como Colombia, podrían beneficiarse de la llegada de modelos a precios más competitivos, es improbable que puedan absorber la vasta producción destinada originalmente a Estados Unidos. La interdependencia de las economías de EE. UU., México y Canadá, forjada durante décadas, hace que esta medida sea especialmente disruptiva.
Paola Reyes Bohórquez.