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Entre los aficionados y conocedores de la marca francesa causa curiosidad este pequeño vehículo: el Renault Dauphine. En la década de 1960 fue la punta de lanza de la marca en Colombia.
Quienes vivieron en las décadas de 1960 y 1970 tal vez recuerdan al Renault Dauphine, un pequeño automóvil de estilo típicamente francés que, al no estar configurado para nuestro territorio, tuvo una reputación discutible por recalentamientos e inestabilidad de marcha. No se conocían detalles de su vida comercial en el país, hasta que Internet mostró los archivos de prensa de la época.
Importado por la compañía Auto Andes, este auto se anunció «con bombos y platillos» en nuestro país en agosto de 1960. En ese limitado mercado automotor de la época, la marca del rombo quería tener un lugar con sus vehículos que, por el contexto de entonces, se consideraban demasiado frágiles y pequeños.
Sin embargo, su diseño de motor y tracción traseros otorgaba al Renault Dauphine una agilidad de la que ninguno de los pesados y enormes carros americanos podía presumir.
Dauph… ¿Qué?
El Renault Dauphine se estrenó en Europa en 1956. Su premisa fue presentar una alternativa de transporte familiar, elegante y popular a la vez, de mecánica y construcción sencilla y economía en su compra y uso, características que lo harían muy accesible a todo público. Sin embargo, en razón a su diseño y estilo, se consideró un carro enfocado hacia el gusto femenino.
Básicamente, se trataba de un sedán «todo atrás» con baúl delantero, cabina y motor trasero: el famoso motor “Ventoux” de 845 c.c. y 33 caballos de potencia, base mecánica de varias generaciones de modelos de la marca. Presumía además de gran economía: 66 km/galón según mediciones de la época.
De trazos redondeados inspirados en gran parte en el 4CV, contaba con detalles «de fina coquetería» como tapicería tejida, ventanas traseras corredizas, panorámico trasero englobado, y llanta de repuesto bajo el capó y detrás de la matrícula delantera.
Aún con sus particulares características, el Dauphine se desempeñó con éxito en el campo deportivo, triunfando en diversas competencias que motivaron el desarrollo de versiones de alto desempeño como los Dauphine Gordini y R1093.
Además, fue el primer Renault que ensayó un motor eléctrico, en ese momento como desarrollo particular realizado en Estados Unidos, muy lejano de llegar a la producción en masa.
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A cambio de café…
Ya en el tema que nos ocupa, que es su llegada a Colombia, cabe recordar que desde 1952 la firma Auto Andes había tomado la representación de Renault para el país. Dicha compañía traía los 4CV y Frégate, mediante la modalidad de intercambio comercial de vehículos por café.
En medio de un panorama político muy sombrío, el Gobierno de Colombia prohibió en 1957 la importación de automóviles nuevos para uso particular. Por ello, las firmas importadoras reorientaron sus negocios a la oferta de vehículos para viajeros en el extranjero, así como servicio técnico y venta de repuestos, o chasises para buses.
Entre 1958 y 1960, Auto Andes ofreció el Renault Dauphine para su venta para quienes viajaran a Europa, donde podían adquirirlo y revenderlo al regresar, con una mínima depreciación. Pero en abril de 1960 llegó la gran noticia: se reabría la importación de vehículos nuevos para uso particular.
El carro «insolente»
Con la reapertura de las importaciones, las firmas importadoras y comercializadoras de vehículos retomaron sus labores, y Auto Andes no fue la excepción. Así, el 11 de mayo de 1960 se anunció al país que el Renault Dauphine llegaría importado a Colombia para uso particular en los próximos meses, en un mercado en el cual primaban los enormes carros norteamericanos.
En su publicidad, se presentó al nuevo modelo como un vehículo “brioso”, “insolente”, “económico”, “familiar” y demás apelativos que invitaban a conocerlo destacando sus bondades frente a otros automóviles de la época. Por supuesto, no olvidaron la más notable de sus características: su origen francés, por lo que se identificó como un «Sello de París».
El principal competidor del Renault Dauphine en Colombia fue el Volkswagen Escarabajo. Hasta ese momento, el alemán era el único modelo europeo de corte popular que se vendía en nuestro medio.
Durante junio y julio de 1960, Auto Andes exhibió un Dauphine en su sede de la Avenida las Américas con Carrera 25A, en Bogotá, buscando generar cierta expectativa en los posibles compradores para iniciar lo que hoy se llamaría una «preventa». Cada visitante del concesionario podía separar su carro, pagando un determinado valor como anticipo.
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Por fin, el «Dofín»
Llegó el gran día. El 17 de agosto de 1960, llegó desde Francia al puerto de Cartagena un lote de 280 unidades del Renault Dauphine, ya como modelos 1961. Para atender la demanda, Auto Andes organizó una red de concesionarios en varias ciudades del país, con sucursales propias en las más grandes, y representantes comerciales en las más pequeñas.
El sistema de distribución era curioso, aunque común en aquellos años. Los vehículos llegaban desde Cartagena a Bogotá y Medellín por vía aérea, y desde aquellas ciudades por tierra (por sus propios medios) al resto del país. Otro barco con 220 unidades más llegó el 19 de agosto, cumpliendo así con el cupo de 500 unidades que el Gobierno otorgó a la importadora.
Cuando llegó el primer lote, la mayoría de unidades ya estaban vendidas. Los clientes pagaron un precio de introducción de $25.895, equivalentes a 130,8 salarios mínimos de la época (unos $105.000.000 actuales). Además, Auto Andes otorgaba al comprador una garantía de seis meses por fallas de fábrica.
Así, inició una gran ofensiva comercial en la que Auto Andes buscó posicionar al Dauphine en todo el país, obteniendo buenos resultados. Para la navidad de 1960, se puso en marcha un plan de financiación basado en el pago del 30% del valor del carro como cuota inicial, cancelando el saldo a 18 meses. No obstante, si el pago se realizaba de contado, se otorgaba un 5% de descuento sobre el precio facturado.
Para afrontar lo relacionado con el servicio posventa, Auto Andes trajo técnicos especializados desde la Régie Renault de Francia, quienes entrenaron a mecánicos de Panauto, concesionario Ford con gran renombre en aquellos años que prestó apoyo a la firma importadora.
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A las carreras
Ya en 1961, las ventas del vehículo marchaban muy bien y tal como lo hizo en el resto del mundo, destacó en las competencias automovilísticas. Para el caso colombiano, su principal escenario fue el Circuito de San Diego, del cual fue ganador al mando del piloto Guillermo Pieschacón, jefe de taller de Panauto y conocedor de los Dauphine.
En su libro «Viviendo a las carreras», el reputado periodista especializado José Clopatofsky calificó este carro como «inestable» y «peligroso». Esto, a pesar de que las unidades que llegaron al país estaban equipadas con la Suspensión Aerostable, que pretendía compensar las fallas del vehículo en este campo.
Este sistema incorporaba piezas de caucho en forma de campana ubicados en la base de los amortiguadores delanteros, y atrás, cojines de aire ubicados entre la traviesa superior y los tubos correspondientes a los árboles de transmisión. Muy a pesar de esta tecnología, el Dauphine nunca pudo mejorar su estabilidad de marcha.
Final de vida comercial
De esta manera, el Renault Dauphine logró algo de notoriedad en el incipiente y rudimentario mercado automotriz nacional. No se tiene certeza de cuándo se canceló su importación, pero debió ser hacia 1964 o 65, pues en la publicidad de la marca para Colombia en 1966, ya no se menciona este modelo.
De todas formas, el Dauphine estuvo disponible en Europa hasta 1967 y su última unidad se produjo en Argentina, donde su presencia se extendió hasta 1970.
Actualmente, sobreviven en el país muy pocas unidades y en estado regular. Son apetecidas por coleccionistas y con seguridad, tarde o temprano aparecerán modelos restaurados a nivel local.
Ilustración: Camilo Ernesto Hernández Rincón.
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Textos e Investigación: Óscar Julián Restrepo Mantilla.
Fotografías Archivo El Tiempo y Archivo El Carro Colombiano.
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