En esta oportunidad don Jesús Antonio Báez desde Bello (Antioquia), nos cuenta cómo transformó un Renault 18 de su propiedad en “Chiva” para la Feria de las Flores, hace 10 años.
Cada carro, como cada persona, está lleno de historias, anécdotas y recuerdos. Por eso, Jesús Antonio Báez, nacido en Rionegro (Santander) y radicado en Bello (Antioquia) desde 2005, trae a la memoria una experiencia aplicando su talento como artista de las manualidades y las artesanías, disfrazando un Renault 18 como Chiva Colombiana para la Feria de las Flores de 2008, hace 10 años.
A continuación, presentamos textualmente su relato:
Nuestro viejo Renault 18, llamado cariñosamente “Caffito“, llegó a nosotros de manos de unos amigos. Desde cuando “estrenamos” su presencia, un enero, se convirtió en nuestro amigo. Nos llevó varias veces de Medellín a Bucaramanga, incluida la frontera con Venezuela, a Pereira, a Bogotá y a muchos pueblos de Antioquia.
En 2008 la invitación al Desfile de Chivas y Flores la cumplimos con él, disfrazado de Chiva Colombiana. En un trabajo de una noche completa fuimos poniendo sobre su cuerpo, las alegorías coloridas de una Ford 1966 y ese sábado, Caffito, mi esposa y yo hicimos el recorrido con un centenar de chivas reales, llevando en su capacete las miniaturas que fabrico en madera y al lado el edificio Coltejer y la imagen del Metro.
Se sentía una alegría muy grande al recibir en cada cuadra, el aplauso y las sonrisas de quienes estaban contemplando el circuito.
Cuando regresamos y mientras estaba estacionado frente a nuestra casa, nos pidieron un viaje al Oriente Antioqueño para una familia, en la chiva. Tuvieron que acercarse y comprobar que no era una real. Pero alabaron la creatividad y quedó esa sensación buena de una idea que alegró corazones y dio muchas sorpresas.
Después siguió siendo ese compañero que ayudaba a traer tablas y herramientas a mi trabajo, nos llevaba a mercar y a visitas a parientes y pueblos los fines de semana. En los viajes largos ni una queja, siempre andador y contento, me dejaba conducirlo y contemplar paisaje, mientras sentíamos la brisa de los caminos colombianos.
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Recorrimos leguas a cambio de un mantenimiento normal y cariñoso para el amigo. Era un modelo 1985 y los años empezaban a mostrar el cansancio. El motor pedía revisión, la carrocería pintura y otros gastos que aunados a la falta de parqueadero en casa y el alza en su precio a cada rato, nos hicieron pensar en venderlo.
El cariño y la gratitud podían más, pero llegó el momento de arrugar el corazón y dejar que otro dueño le abrigara con sus cuidados.
Hubo tristeza el día que partió desde el mismo sitio en que un día se vistió de chiva. Con los recuerdos de un Renault 4, un Renault 6 y los suyos, terminó mi necesidad de tener un compañero de cuatro ruedas. Pero Caffito, ese Renault 18 marrón, cómodo, andariego y grato, se quedó con nuestro cariño por siempre. No lo volví a ver. Es mejor una agradable nostalgia.
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Textos y fotografías: Jesús Antonio Báez Anaya, participación especial para EL CARRO COLOMBIANO.
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