Cuando el automóvil llegó a Colombia, había muchas más marcas de lo que se podía creer pero fueron desapareciendo. Franklin fue una de ellas.
PUBLICRÓNICA No. 101.
Por Camilo Ernesto Hernández Rincón, historiador automotor.
Especial para EL CARRO COLOMBIANO.
En el mundo actual, donde identificamos conglomerados con nombres reconocidos a través del tiempo, causan sorpresa las marcas que existieron hace muchos años y desaparecieron. Por insólito que parezca, un cuadro exhibido en el célebre museo automotor Gilmore de Michigan confirma cerca de 38.000 marcas diferentes en toda la historia norteamericana del automóvil, que se remonta a 1886.
Conocimos algunas que duraron hasta la posguerra como Studebaker, Packard, Willys, Nash o Hudson. Pero otras no sobrepasaron la Segunda Guerra Mundial, la Gran Depresión o la dinámica empresarial que llevó a fusiones, adquisiciones o quiebras. De esas miles, solo quedan los «tres grandes de Detroit» que albergan a unas cuantas docenas de ellas.
Hoy, Publicrónicas refresca una de esas marcas «raras» de hace más de un siglo: Franklin. Fundada en 1904 por Herbert H. Franklin en Syracuse, Nueva York, su especialidad radicó en una tecnología que juzgamos más reciente y que la historia atribuye a Ferdinand Porsche y a su célebre Volkswagen: el motor enfriado por aire.
Los carros Franklin en Colombia
No es aventurado asegurar que Colombia recibió, con los Franklin de 1921, los primeros carros que no precisaban de radiador ni agua para refrigerarse. Casi 30 años antes de la llegada del VW Escarabajo.
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Su aspecto con frente de «pico de pato», que reconocemos en los Renault hasta 1929, los camiones Mack de esos tiempos y en general, muchos vehículos de la primera década del Siglo XX, tenían en común con estos Franklin la falta de radiador frontal. Además, contaban con un curioso parabrisas de dos ventanas que formaban un ángulo cóncavo hacia el frente.
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Todo ello, en una época en la que toda novedad dentro del automóvil, que ya lo era por méritos propios, fue y es aún, sorprendente.
Pero no es el único mérito de Franklin en Colombia. Como si fuera poco, era un producto adicional del catálogo de un importador que forma parte de la historia colombiana: Camacho Roldán & Tamayo. Vigente desde 1855, esta firma importó y fabricó muebles, además de muchos más artículos. Fue obra de Salvador Camacho Roldán, célebre vicepresidente liberal de la República en el Siglo XIX.
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Cubrió el comercio, la política y la academia, siendo sus almacenes un centro de tertulia política del momento. Llevaban mercancías a sus clientes en carrozas de lujo. Incluso, fundó la Universidad Republicana, que se considera semillero de la actual Universidad Libre. Aunque murió en 1900, la actividad de Camacho Roldán continúa hasta el presente.
Publicidad de Franklin en Colombia
La revista Cromos fue el medio natural para promover este nuevo rubro de moda en la oferta de Camacho Roldán. Al igual que muchos importadores de objetos valiosos como pianos, lámparas, telas finas o aparatos mecánicos, incluyó para nuestro caso la oferta de los Franklin.
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La tradicional revista publicó fotos de estos autos en plena Plaza de Bolívar y otros lugares de Bogotá, sirviendo algunas para su publicidad. Así ocurrió con los anuncios donde aparece el modelo Sedán, cerrado de perfil junto a la Estación de la Sabana; y solo uno con el Capitolio Nacional de fondo, donde este aparece junto al modelo Sport. Era el convertible, asimilado a un Faetón de la época.
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Franklin tuvo múltiples anuncios a página media o completa, usando bicromías para resaltar ilustraciones, fotos o textos importantes. En casi toda la muestra se dice lo mismo, resaltando el suministro de repuestos y el consumo de «10 kilómetros por cada botella de gasolina», cuando esta no era tan fácil de conseguir y apenas se gestionaba su extracción y refinamiento locales. También se hablaba de 30.000 kms por cada juego de llantas.
Los extensos textos llevan el mismo mensaje. Su economía se basaba en su «sistema de enfriamiento directo de aire, sin agua ni radiador», utilizado según la publicidad «en los motores de los aeroplanos» cuando la tecnología aeronáutica era aún más reciente y atractiva que la del automóvil mismo.
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Además, se anunciaba un fácil manejo por ciudad y caminos difíciles. Y un confort tal, que sus ocupantes podían viajar donde el día en él sin sentir cansancio ni incomodidad. Muy pretencioso y poco probable, dadas las circunstancias de la época.
El más eficiente
Por otro lado, aunque varios anuncios resaltaban una depreciación 50% menor que en otros carros, uno de ellos difiere de los demás haciendo una comparativa de consumo con otras marcas.
Por entonces, Franklin compartía mercado con marcas como Ford, Chevrolet, Dodge o la misma Rolls Royce que llegó a fabricar allá, y otras hoy desconocidas como Cole, Essex, Dort o Maxwell, predecesora de Chrysler. Nuestra protagonista mostraba el mejor consumo, tasado en 22 millas por galón. Es decir, 35 km/galón.
Los anuncios, sencillos pero elegantes, se ilustraban con dibujos aparentemente tomados de la publicidad original estadounidense.
Llevaban líneas muy definidas a plumilla, simulación de color y sombras por tramas sobrepuestas de cada tinta y, muy especialmente, presencia femenina en todas ellas con la eventual intervención de un hombre que se deduce como conductor y propietario del carro.
Sin sobrevivientes
La amplia variedad publicitaria de Camacho Roldán & Tamayo con Franklin, fue resaltada por el fallecido historiador y publicista catalán José María Raventós en sus libros sobre historia de la publicidad en Colombia.
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Así, se deduce el grado de difusión y reconocimiento de que gozaba la marca en el mercado nacional de hace un siglo. No obstante, se carece de testimonios y evidencias de su acogida e importancia real.
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Pese a ello, no permaneció en el tiempo como otras. Lo único conocido, es que Franklin se ubicó en el segmento de alta gama hasta 1934, cuando la Gran Depresión mundial acabó con ella. Además, su sede principal se ubicaba muy lejos de las facilidades con que siempre contó Detroit, dificultando aún más cualquier gestión.
No se conoce la supervivencia de ninguno de estos autos en Colombia, como sí de varios en Estados Unidos. Allí, cuentan con clubes y conservación en museos como el de Gilmore antes citado, que cuenta con dos ejemplares similares a los vendidos en Colombia.
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Respecto a Camacho Roldán, la firma sigue vigente en el rubro de muebles de lujo y es proveedor oficial de varias empresas públicas y privadas, incluyendo a la misma Presidencia de la República.
Vea más de la serie PUBLICRÓNICAS, aquí.
CRÉDITOS:
- Textos e investigación: Camilo Ernesto Hernández Rincón.
- Fuentes: Archivo Camilo Ernesto Hernández Rincón.
- Edición de texto, reconstrucción digital de imágenes y Dirección General: Óscar Julián Restrepo Mantilla.
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