El nacimiento de Colmotores tuvo una publicidad moderna en su tiempo. Sin embargo, lo efímero de su primera marca, Austin, la llevaron al olvido.
Por Camilo Ernesto Hernández Rincón, historiador automotor.
Especial para EL CARRO COLOMBIANO.
El 17 de junio de 1956 nació legalmente la Fábrica Colombiana de Motores, Colmotores. Allí comenzó la historia del ensamblaje de vehículos en Colombia, con la primera empresa realmente viable, continua y establecida dentro de un marco legal. Un logro, luego de múltiples tropiezos ocasionados por la inestabilidad socioeconómica y política que reinaba en nuestro país.
Ese contexto hizo que otros proyectos quedaran en un estado embrionario, por un desorden oficial que finalmente planteó escenarios para empresas finalmente propias. Incluso, un primer y desconocido intento de Pablo Olarte en 1951 para armar Austin en Medellín, quedó en el olvido.
De la firma documental a tener finalmente un vehículo terminado, pasarían más de cinco años. Y aunque Leonidas Lara e Hijos se adelantó en julio de 1961 con el Willys Jeep CJ-5, Colmotores se bautizaba con una infraestructura mayor y una oferta más diversa, en medio de un acto público y mediático.
Austin en Colmotores
Lo que para muchos aún es sorpresa, es la marca con la que Colmotores arrancó la producción de vehículos aquel 16 de febrero de 1962, en presencia del recién fallecido Príncipe Consorte Felipe, esposo de la Reina de Inglaterra, Isabel II.
Se trata de Austin, un nombre que dice poco en tiempos actuales, pero que encabezó capítulos memorables de la historia automotriz mundial. Nació en 1905 de la mano de Sir Herbert Austin, y fue pionera en Inglaterra de hitos memorables del automóvil popular británico, como el pequeño modelo Seven de los años 1920.
De hecho, mientras se fundaba Colmotores, llevaba tres años revolucionando al mundo con la versión original del Mini. Este pequeño auto era creación de Austin en unión con Morris y Wolseley, en el seno del principal conglomerado británico del automóvil: British Motor Corporation (BMC).
Diseño gráfico de vanguardia
Volviendo al caso colombiano, el parto fue largo y el público tuvo noticia de ello, dos años antes de que rodara el primer Austin nacional. Con motivo de un primer Salón del Automóvil, celebrado a finales de 1960 en el mismo lugar hoy conocido como Corferias, ya se exponían los productos con la marca de la letra «A» con ala de ave, que se ensamblarían después.
Un aviso a página completa en El Tiempo ya daba cuenta de la nueva industria nacional. Y en 1961, una providencial alianza con la también pionera Auteco en el armado de las motonetas Lambretta, confirmaría que esta compañía comercializaría los vehículos Austin Colmotores en el Valle del Cauca.
En vísperas de la inauguración, la publicidad de Austin Colmotores ya definía su gráfica. En enero de 1962 se anunciaba el sorteo de las unidades «número uno» de sus modelos: los camiones A503 y T200, y el campero Gypsy, rebautizado en Colombia como Austin «Montañero», muy similar al Land Rover.
La gráfica de estos anuncios, así como de los que aparecerían a lo largo de ese año, presentaban ilustraciones a tinta de alto contraste y manejos «atrevidos» de la tipografía.
Se utilizaban fuentes nada conservadoras para anunciar automóviles, como «Playbill» y «Helvetica Ultra Light», que se exponían en columnas que parecían bloques verticales sólidos. Albergaban palabras divididas y cambios visuales «juguetones» para el lector que rastreaba el contenido.
Recordando un poco la escritura del cartelismo callejero, pero con criterios de diseño gráfico de vanguardia, los textos eran traviesos y comunicaban una alegría poco común para productos que aún no habían alcanzado el mérito del automovilista doméstico, como sí el del trabajador.
Primera identidad corporativa
Antes de todos los cambios que sufrió la empresa, se observaba una imagen corporativa inicial para Colmotores. Una letra «C» creada a partir de un cilindro cortado identificó a la firma en su publicidad, y el mismo nombre en fuente «Playbill» se llegó a usar como emblema cromado en algunos camiones. El énfasis sobre la nacionalidad de la empresa y sus productos, era obligación.
Esta publicidad muestra vanguardia, alegría y colombianidad. Solo tendría continuidad por tres años más, hasta que el «tercer grande de Detroit» adquirió la firma dando lugar a Chrysler Colmotores, en 1966, para imponer a Dodge y luego a Simca. En esa transición, se insistió en la debida disponibilidad de repuestos para la ya abandonada Austin.
Por lo demás, la historia de Colmotores hasta el presente con GM y Chevrolet, es harto conocida y su éxito se da por descontado. No así, se puede hablar de Austin y su imperio que sucumbiría en las décadas siguientes, en medio de manejos poco claros que llevarían a desaparecer esta marca hacia 1989.
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Textos e investigación: Camilo Ernesto Hernández Rincón.
Edición de texto, reconstrucción digital de imágenes, y Dirección General: Óscar Julián Restrepo Mantilla.